La fuente

 

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La fuente es Krishnamacharya. Su nombre está compuesto por las palabras Kṛṣṇa y ācārya.

Kṛṣṇa es uno de los nombres con los que en India se denomina a la Fuerza Omnipresente. Ācārya se traduce como maestro y se refiere a un maestro que tiene la cualidad de movimiento. El movimiento constante que hace un ācārya es su práctica, es decir, un ācārya es un maestro que practica lo que enseña.

Krishnamacharya nació en el sur de India el 1888. Gracias a su entorno familiar y a su deseo de conocimiento pudo estudiar con diversos maestros. Antes de morir compuso una plegaria donde los nombra y en la que describe lo que aprendió de cada uno. La podéis escuchar aquí.



Fue un visionario. Entendió que su Dharma era ser un puente entre la sabiduría del mundo ancestral y el mundo moderno. Por un lado, rompió todos los dogmas y abrió las puertas del Yoga y del Canto Védico a todas las castas, a las mujeres y a los extranjeros. Y, por otro lado, recuperó conocimientos ancestrales y no sólo los puso en práctica, sino que también los enseñó a toda persona con interés en aprender.

La esencia del Yoga que él enseñó se expresa con la palabra sánscrita cikitsa, que, de un modo superficial, se traduce como terapia. Viene de la raíz cit que significa consciencia. Cikitsa es la aplicación del Yoga de forma altamente individualizada.

Este fragmento del artículo de Mala Śrivatsan publicado en la revista “Darśanam” el noviembre de 1995 explica cómo era la manera de enseñar de Krishnamacharya:

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(…) Para Krishnamacharya, la atención que era necesario poner en la individualidad de cada persona era Yoga: el hecho de juntar maestro y estudiante, de unificar al individuo como un todo.

La capacidad del estudiante y el tiempo que podía dedicar a la práctica o al estudio determinaban la manera como Krishnamacharya le enseñaba. Él hacia todo lo necesario para poder conseguir lo mejor de cada alumno.

Era un maestro y un perfeccionista y corregía con paciencia hasta el más pequeño error en las anotaciones o en la pronunciación cuando enseñaba a cantar los Veda-s. Incluso los estudiantes que no sabían Sánscrito aprendían con él a cantar con un gran nivel de precisión.

La pasión que ponía en comunicar perfectamente hasta poder ver en el estudiante el efecto deseado era su único objetivo. Él era como un espejo que reflejaba con la misma intensidad que el estudiante mostraba en su deseo de aprender. Sus enseñanzas eran una demostración de pureza, tolerancia, gracia, compasión e intensa relación espiritual.

Cuando daba una sesión de terapia, o bien cuando enseñaba Yoga, canto o filosofía sólo quería tener a un único alumno en la clase al cual le daba su atención completa. Cada persona era considerada como un ser humano único, merecedor de respeto y que requería una enseñanza adaptada a su situación y a sus necesidades específicas. Y aún más, el estudiante sabía que la comunicación que se creaba y la enseñanza que se recibía eran exclusivamente para él.

Es por todas estas razones que su enseñanza estaba basada en sesiones individuales y que Krishnamacharya nunca enseñó en clases de grupo. (…)

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A Krishnamacharya se le ha conocido gracias a la difusión de su enseñanza que hizo su hijo, TKV Desikachar. Desikachar viajó por todo el mundo formando maestros excelentes y exponiendo la inagotable profundidad del legado de su padre. En el 1976 fundó el Krishnamacharya Yoga Mandiram en Chennai. Este centro continúa siendo hoy en día un centro de referencia a nivel internacional.